día 25
Bueno, tuve que saltarme un día por culpa de la cruel y despiadada dictadura del cuerpo. Amante fiel de la medicina alopática yo me empastillo con lo que sea que los señores doctores me den. «Just make the pain go away» es mi lema. Sin embargo, mis pequeños amigos de colores no siempre me pueden salvar. Llevaba una semana echándole pa dentro, métale pastilla, hombre y ya no podía seguir. Todo sea por la funcionalidad, porque sufro jaquecas, para el que sabe lo ideal es encerrarse en la oscuridad más absoluta, una temperatura ambiente fresca, que corra brisa y a dormir. Hay miles de técnicas; ponerse de cabeza, ponerse hielo en la cabeza, ponerse un guatero, ponerse aceites esenciales en las sienes, echarle aceite al vaporizador, tomarse un expresso, darse una ducha alternando frío y caliente, masajear los hombros, ponerse un cintillo muy apretado alrededor de la cabeza, etc. etc. etc. Pero la vida sigue y no te puedes dar el lujo de quedarte echada en la casa. Entonces hay que portarse bien, para no despertar al monstruo y evitar: el vino tinto, los cítricos, el cigarro, el maní, alimentos altos en grasa, colorantes, bebidas carbonatadas, edulcorantes, el chocolate, las carnes altas en grasa, etc. etc. etc. Hay que acostarse temprano, dormir mínimo 8 horas, hacer ejercicio. En fin, ser una personae regia, perfecta, saludable de revista. Pero eso no es vida. Entonces, un día se me ocurre salir, dejar el tejido en la casa y salir. Salgo, bailo, tomo. Y qué pasa. El cuerpo me castiga con toda su furia. La máquina se detiene, me quedo en panne. No piensa avanzar un puto paso. Ahí no más. Cagaste te mando saludos.
Qué injusta es la genética.