Adiós California, hasta la próxima

delta vuelo 2562 a JFK

Mañana en la mañana me vuelvo a Nueva York. Quizás sea mi último año en La Ciudad, the City. Ciudad de ciudades. Cuando llegué pensé que no era nada, que yo me las podía todas pero Nueva York me comió, me masticó y me escupió. Tenía que enseñarme modales. Tiene que aprender a tenerle respeto al monstruo. Cómo decía Frank Sinatra, «si lo logras aquí lo lograrás en cualquier parte». No es por nada, la cima está mucho más alta y nosotros mucho más abajo, simples anónimos, venimos y vamos como hormiguitas desesperadas.

Ya no le tengo miedo al mostruo, ya soy parte monstruo. Un mundo veloz donde una cuadra cambia de cara cada semana y las culturas híbridas son irreconocibles en su orígen. Estando en California me acae el síndrome Neoyorquino del sofoco. La limpieza de las calles, las palmeras erectas y el estuco recién pintado me inunda de pánico. Me llena de sospechas y preguntas. ¿Qué hay detrás de semejantes moles? ¿Adónde van a parar los jarros industriales de porotos perfectamente embalados en plástico y cartón? ¿Cuánto se demorará esa familia de cinco en comerse 16 jarros industriales de porotos negros? ¿Qué hace la gente cuando no tiene nada que ir a comprar? ¿A nadie le parece sospechoso que un parque sea privado?

Así que vuelvo feliz a las ratas, a la caca, a los locos, los homeless, el subway retumbante de conversaciones ajenas y las colas, las colas para todo, la masa. Todos metidos en la vida de todos, escuchar los problemas de la vecina con su hija cuando me estoy quedando dormida y los narcos a la entrada de mi edificio, chicos simpáticas y bien educados. Si, vuelvo feliz a la ciudad de todos, donde los parques son públicos, y más les vale porque todo lo que ocurre nos concierne a todos, porque aunque se la quieran regalar a los turistas y los adinerados Nueva York le pertenece a los Neoyorquinos, los que van al teatro, al Yankee stadium, que toman el subway, que saben que nunca hay que tomar el G y que a los extraños no se les puede tratar con violencia porque uno nunca sabe si tiene un cuchillo en el bolsillo y no necesita más excusas para matarte.

Donde terminan los locos de Estados Unidos.

pa’lla vamos.

Publicado por camila le-bert

Playwright and Actor Chilean and American living in Santiago, Chile

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